This transcript has been generated automatically.
Pero para empezar, quiero preguntarte, Rebe, si tú crees que este episodio va a quedar bien.
¿Vale, esperas que sí, pero no me dirías que crees que sí, que realmente piensas el episodio de hoy va a quedar muy bien?
Vale, o sea, tú no eres una optimista extrema, sino que quieres ser un poco más realista.
El problema de eso, Rebe, es que la mente es tan poderosa que si tú crees que el episodio de hoy va a salir bien, es más probable que salga bien.
Bueno, no es una estrategia infalible, pero a lo largo de este episodio y también la semana que viene, porque vamos a hacer dos episodios sobre este tema, veremos que la mente es muy poderosa.
Es mucho más poderosa, tiene mucho más poder del que creemos o del que pensamos, porque iremos viendo diferentes cosas, diferentes ejemplos de cómo la mente influye incluso en cómo nos sentimos a nivel físico y en cómo respondemos ante un estímulo o en diferentes cosas que hacemos a lo largo de nuestra vida.
¿Pero quizá los oyentes se estén preguntando Roi, cómo se nos ocurrió hablar de este tema?
Todo empezó con una historia entre Roi y yo, una situación que los dos vivimos juntos.
Y es una historia que no damos superado, porque cada vez que pasa lo que vamos a comentar, seguimos recordando este momento.
Es algo curioso, porque es una tontería, es una anécdota muy simple, no es nada muy increíble, pero para nosotros, no sé, es como que se nos quedó grabado en el cerebro.
¿A ver, hoy en día también me comería una masa de pizza hecha por mi madre, pero mi madre Vas con tu pareja por ahí?
Y yo cuando vi esa masa pensé me va a sentar mal, me va a hacer daño en el estómago porque está cruda y a mí me cuesta digerir alimentos crudos.
Llegados a este punto, la historia no es nada del otro mundo, un día más en el que comes algo que te sienta mal.
La cuestión en esta historia es lo que pasó justo antes de que esa pizza le sentase mal a Roi.
Y yo le Roi, no digas ese tipo de cosas porque te estás sugestionando y así sí que te va a sentar mal la pizza.
De hecho, a mí me sentó de maravilla la pizza estaba muy bien, muy rica, y estuve perfectamente todo el día.
Yo creo que no estaba tan mal, pero bueno, como Roi empezó a decir todo esto, pues efectivamente, le sentó mal la pizza.
Entonces, seis años después, cada vez que Roi dice esto me va a sentar mal, yo le recuerdo este momento y le digo no te sugestiones, porque sabes que luego sí que te sienta mal.
Y cuando Rebe, pues también uy, creo que esto me va a sentar mal porque tiene mucha grasa.
Y claro, realmente nunca hemos llegado a un acuerdo sobre ese día de la pizza, sobre qué pasó ese día de la pizza.
Pero tú no, tú sigues sosteniendo que fue mi pensamiento, fue el poder de la mente.
Yo creo que aquella masa de pizza estaba en perfectas condiciones y tú te sugestionaste.
La masa efectivamente estaba cruda, pero es cierto que yo veía esa masa y pensaba mucho en que me iba a sentar mal, y eso puede ser que afectase un poquito a cómo me sentó, pero la masa estaba cruda.
Bueno, entonces, este ejemplo anecdótico del que estamos hablando, en realidad es algo estudiado por la ciencia, y es lo contrario a efecto placebo.
Luego hablaremos del efecto placebo, pero concretamente lo lo que me pasó a mí con la pizza fue el efecto nocebo.
Todos conocemos seguramente el efecto placebo, que es el que vamos a mencionar después.
Y ese efecto, el placebo, que nos sonará más, es el efecto de pensar algo positivo.
En el caso del nocebo, es un pensamiento negativo que puede causar problemas o malestar.
Tú pensaste algo negativo sobre la pizza, que tenía mal aspecto, que no te tenía buena pinta, que pensabas que te iba a sentar mal por ciertas características, y eso llevó a un malestar después.
Tú piensas que te va a sentar mal o que va a ser negativo para ti, y al final esos pensamientos influyen en cómo tu cuerpo procesa esa comida.
Y esto, que podría ser anecdótico, es algo que se ha estudiado en diferentes estudios.
Y hay uno muy curioso que queremos mencionar hoy, que confirma un poco esta teoría era un estudio rebe en el que le daban un batido a los participantes.
A un grupo le decían que el batido tenía muchas calorías, le decían que tenía 640 calorías, concretamente decían eso.
Y al otro grupo le decían que el batido era ligero, era saludable y bajo en calorías, que solo tenía 140 calorías.
Los investigadores querían comprobar si la información que tú tenías sobre esa comida o bebida influía en cómo tu cuerpo la gestiona.
Estos dos grupos reaccionaron de forma totalmente diferente a la misma bebida exacta.
Entonces, los que creían que ese batido era alto en calorías, tenía muchas calorías, se sentían mucho más saciados después, pues por distintas reacciones dentro de su cuerpo, se sentían saciados, sentían que ya estaban llenos, no necesitaban nada más.
Mientras que los que creían que era un batido muy ligero, con pocas calorías, esos se sentían mucho menos saciados que los otros.
Pues unos quizás se sentían ya llenos y los otros pues oye, aún tengo hambre porque con esto que bebí tan ligero aún me caben más cosas.
Claro, y la cuestión es que la respuesta del cuerpo fue por la información que tenían del batido, pero una información falsa.
Y ojo, porque esto no es una sensación abstracta o subjetiva, sino que en el estudio midieron una hormona relacionada con el apetito.
Entonces es increíble porque es esto, tú tomas una bebida o una comida o lo que sea, y si piensas que es muy ligera, que tiene muy pocas calorías, aunque no sea cierto, vas a tener más hambre después de comer eso, no vas a estar tan saciado.
Pero si tú piensas que algo tiene muchas calorías, aunque no las tenga, te va a dar sensación de saciedad.
Imagínate que tú sabes que algo tiene pocas calorías, pero intentas mentirte a ti mismo.
Así no funciona, sino que tiene que mentirte alguien o tú simplemente no saber exactamente que una cosa tiene muchas o pocas calorías.
Y esto, Roi, no pasó solo en este estudio con los batidos, sino que en otro estudio con 600 pacientes, el 27 % de los que tomaron un placebo, es decir, un medicamento falso, una pastilla, por ejemplo, que fingía ser un medicamento pero que realmente no contenía nada, pues ese 27 % tuvieron los mismos efectos secundarios que los que tomaron el medicamento real.
Es decir, si tú, por ejemplo, por tomarte una pastilla puedes sentir dolor de cabeza como efecto secundario, pues los que tomaron ese placebo también sintieron el dolor de cabeza, aunque realmente ningún medicamento le provocó ese dolor de cabeza.
Porque es un pensamiento negativo que tenían estas personas que participaron en este estudio, porque seguramente cuando les dieron el medicamento, ellos no saben si están tomando el placebo o el medicamento real.
Entonces muchos pensarían seguro que este medicamento me va a generar efectos secundarios, seguro que me voy a sentir mal, porque cuando tomamos medicamentos muchas veces tenemos efectos secundarios.
Entonces, solo por esos pensamientos ya tuvieron efectos secundarios, porque estaban tomando una pastilla que no tenía nada, o sea, no podía generar ningún efecto secundario porque fue la mente.
Y realmente no es algo tan extraño, porque a mí, por ejemplo, me tiene pasado de pensar que algo me va a sentar mal.
O por ejemplo, estás comiendo algo que no tiene muy buen aspecto y piensas buf, esto seguro que está malo y me va a sentar mal.
E igual que con los alimentos, con muchas otras cosas, te tomas un medicamento que piensas o te dice alguien que puede tener este efecto secundario y es probable que sientas eso.
No significa que si tú ya piensas que algo te va a sentar mal acabe pasando, pero seguramente aumentas las probabilidades de que eso pase.
Bueno, tú ya lo sabes porque convives conmigo, pero a mí me tiene pasado incluso no apetecerme, por ejemplo, hacer algo.
Imagínate un plan, por ejemplo, esa tarde tengo que hacer tal actividad y no me apetece mucho.
Pues ya solo pensando en lo poco que me apetece hacer eso es como que me empiezo a encontrar mal, como que mi propio cuerpo me boicotea.
Es como que mi propio cuerpo no quiere hacer eso y se inventa una excusa, ya se empieza a sentir mal para que diga oye, claro, es que estoy enferma, no puedo ir.
Y también lo típico de cuando estás estresado o tienes ansiedad o bueno, no sé, mentalmente estás mal y muchas veces eso te provoca dolor de estómago.
De hecho, en un episodio que comentábamos sobre estar nerviosos y estresados, yo comentaba que a mí me afectaba mucho al estómago.
Cuando eres pequeñito y tienes que ir al cole y no quieres, no te apetece, no te gusta, es muy habitual que te encuentres mal o que el niño se encuentre mal.
Por ejemplo, cuando yo tenía, no sé, 11 años, 12 años, por esa edad más o menos, no estaba muy contenta en mi colegio y recuerdo que cada domingo era como que me encontraba mal al llegar cierta hora.
Porque al llegar cierta hora ya empiezas a pensar en que mañana es lunes, que vas a tener que ir al colegio.
Y me empezaba a encontrar mal, pero realmente me encontraba mal por culpa de mi mente.
Y yo creo que muchos oyentes que nos escuchan seguro que han sentido algo parecido, el hecho de estar agobiado, estresado, tener miedo de hacer algo o lo que sea, y sentirte mal físicamente precisamente por tus pensamientos.
Y ahora, Rebe, hablemos del efecto placebo, que este es el efecto que conocemos todos, que es lo contrario al efecto nocebo del que hemos hablado.
Hemos hablado de estos pensamientos malos, negativos, pesimistas, que nos pueden causar problemas o malestar, pero vamos a hablar de algo más bonito o positivo, que es el efecto placebo.
Cuando un pensamiento positivo o un pensamiento de que algo va a ser bueno o que algo te va a sentar bien, genera algo positivo en ti.
Y este efecto placebo es algo que se usa mucho para hablar de medicina, de medicamentos.
Siempre hablamos del efecto placebo con ciertos medicamentos, o tomar un placebo cuando es un medicamento que no contiene realmente nada que te vaya a producir esos beneficios.
Y esto, Roi, empezó a notarse cuando se empezaron a desarrollar ciertos medicamentos y se empezaron a hacer estudios para ver si funcionaban los medicamentos.
Cada vez que se desarrolla un medicamento hay que hacer estudios para ver si realmente funciona y cumple con las expectativas que se tienen, si va a curar eso que se plantean.
Que al principio todos estos estudios tenían resultados positivos, todos eran muy buenos, todos los medicamentos funcionaban.
Y claro, eso es un poco raro, no es normal que cada medicamento que desarrolles sea una revolución y sea buenísimo.
Claro, tú imagínate, en ese momento empiezan a desarrollar medicamentos, empiezan con el método científico, a querer demostrar si ese medicamento funciona o no, y de repente, ostras.
Todos los medicamentos que estamos desarrollando funcionan, somos unas máquinas, somos maravillosos, somos buenísimos.
Un grupo de control es lo que llaman en los estudios cuando a un grupo le dan el medicamento y al grupo de control no se lo dan, le dan un placebo para comparar.
Entonces, lo que estaba pasando es que como no había ese grupo que tomaba un placebo para comparar los resultados, había medicamentos que realmente no eran efectivos, no hacían nada, pero sólo por el efecto placebo ya mejoraban la salud de los pacientes.
Lo cual, si lo piensas, es increíble, porque esto también demuestra que si creemos algo nos puede afectar de forma positiva.
Claro, esto no significa que tú puedas tener cualquier creencia y ya se cumpla, rollo tomo esta pastilla y pienso que me cura el cáncer y ya me lo va a curar.
Pero sí que es interesante ver cómo algunos medicamentos que no funcionaban solo por el placebo generaban algo positivo en los pacientes.
Y seguramente estoy pensando, Roi, que no es sólo el pensar que ese medicamento te va a curar, sino la esperanza que tienes, el positivismo que eso te da, porque al final, oye, me voy a curar, me voy a encontrar mejor, te pones contento, positivo.
No es lo mismo estar de mal humor, negativo, un poco derrotado, que en el punto contrario, con positivismo, con esperanzas de mejorar.
Por un lado, lo que comentas tú, que ya tu actitud es más positiva, te mueves más o lo que sea, o haces cosas que acaban repercutiendo de forma positiva en ti.
Y también la mente, que solo el hecho de pensar que eso te está curando hace que el cuerpo, por el poder de nuestro cerebro, funcione de forma un poco más efectiva.
No sé muy bien cómo es esto, porque ya son temas científicos complejos para nosotros, pero es increíble porque esto está demostrado, no nos estamos inventando nada.
Por supuesto que no es magia, es un efecto ligero, pero es un efecto muy interesante.
Hablemos de el estrés, que esto es algo que comentamos en un episodio del pasado, cuando hablamos de cómo gestionar el estrés y tal.
Y lo que pasa con el estrés es que también muchos estudios han visto que el estrés es relativo, depende de cómo lo interpretes.
No es algo como esta situación es estresante y va a ser mala, sino que el estrés puede ser bueno o puede ser malo según como tu cerebro lo interprete.
Y esto lo vimos en otro estudio, en el que dividieron a las personas en dos grupos.
Una vez más tenemos dos grupos, y en este caso, a un grupo le contaban las consecuencias positivas que tiene el estrés, le decían todo lo bueno que tiene el estrés, mientras que al otro grupo solo le contaban cosas negativas, todo lo malo que te puede causar el estrés.
Esto no va a sorprender a nadie, pero el grupo que tuvo información positiva tuvo resultados positivos y el grupo que tuvo información negativa tuvo una reacción negativa.
Es decir, a los que les contaron las consecuencias negativas del estrés experimentaron esas consecuencias negativas, como por ejemplo, elevación del cortisol, de la presión arterial.
En definitiva, sentían ese estrés, mientras que los otros no tenían esas consecuencias negativas.
Y algo muy interesante es que a ambos grupos las cosas que les dijeron del estrés son reales, tanto las consecuencias positivas como las negativas.
Por ejemplo, cosas buenas del estrés que puede tener en tu cuerpo es que puede mejorar tu rendimiento, puede aumentar tu concentración, puede preparar tu cuerpo para afrontar desafíos.
Es algo bueno, pero también tiene cosas negativas, como que puede dañar tu salud, aumentar el riesgo de enfermedades, puede agobiarte y confundirte.
Y es muy curioso porque claro, dices, ostras, tiene estas cosas positivas y también estas cosas negativas.
Pero en este estudio se vio claramente que cuando la gente solo piensa en lo malo del estrés, en lo negativo se ve reflejado en cómo su cuerpo responde ante ese estímulo.
Porque no sé si lo mencionamos, pero después de que les explicaron lo positivo o lo negativo del estrés, lo sometieron a algo estresante.
Y ahí es donde vieron que los que habían recibido la información negativa acabaron sintiendo esos efectos negativos.
¿Entonces, Rebe, una vez escuchamos esto, ha cambiado tu pensamiento sobre las situaciones estresantes y sobre cómo los humanos enfrentamos el estrés?
Y ahora, la próxima vez que vaya a enfrentar una situación estresante, pues antes me leeré unos cuantos informes que digan cosas positivas sobre el estrés y así a ver si me condiciono a mí misma y oye, se acaba convirtiendo en algo súper bueno esa situación estresante.
A ver, es que eso sería lo que tendríamos que hacer cuando tengamos una situación estresante, acordarnos de lo positivo del estrés, de lo que nos puede ayudar.
El problema es que muchas veces en esas situaciones no nos acordamos de esto porque tenemos esa mentalidad muy negativa sobre el estrés.
Yo lo intento, pero luego, claro, viene el estrés, la situación estresante y me olvido de lo bueno, solo me centro en lo malo.
Es cierto que es muy fácil comentar todo esto, pero cuando tú estás realmente en esas situaciones, controlar el poder de tu mente no es tan fácil.
Ponerte a pensar aunque esto no tenga muy buen aspecto, voy a pensar que me va a sentar genial.
Entonces, bueno, una vez más, es más fácil hablar del tema que luego controlarlo.
Por supuesto que es complicado acordarse de todo esto cuando te enfrentas a una situación difícil o estresante, pero bueno, cuanta más información tengamos, más preparados estaremos para esas situaciones.
Y Rebe, quería acabe este episodio comentando algo interesante relacionado con esto, sobre el poder de la mente y sobre el poder de nuestros pensamientos y cómo eso nos influye.
Y es verdad que eso es muy positivo, porque si tú antes mostrabas signos de debilidad o decías que tenías depresión o ansiedad o cualquier tema relacionado con la salud mental, mucha gente te miraba raro, pensaba que eras un tío raro o incluso que estabas loco.
Que hay algunos estudios ya que dicen que hablamos tanto de la salud mental que esto podría ser contraproducente.
O sea, algo algo un poco absurdo si lo piensas, pero algunos estudios encuentran esa conclusión.
Supongo que al final, cuanto más te concentras en un tema, cuanta más atención le prestas, más presente lo tienes en todo momento, y eso al final puede acabar agravando las consecuencias.
Sí, porque si ahora abres el periódico y dicen que hay una epidemia de salud mental, que hay muchos problemas de salud mental, y oye, es cierto que muchas personas lo están pasando mal, pero claro, si tú no estás muy mal pero lees eso, puedes pues a lo mejor yo también estoy sufriendo problemas de salud mental y a lo mejor tú tienes un poquito de ansiedad, pero no es algo muy grave, pero tienes esa ansiedad, piensas que quizá eres una persona con un trastorno de ansiedad, que a lo mejor tienes un problema de salud mental y puedes tener pensamientos negativos que retroalimenten esa ansiedad y al final hacerlo más grave.
Entonces, algunos estudios apuntan que podría ser que hablar mucho de la salud mental acabe generando el efecto contrario, acabe generando más problemas.
Entonces, como siempre hablamos en este podcast, Rebe, la clave es el equilibrio.
Como en todo en la vida, hay que evitar obsesionarse, enfocarse demasiado en lo malo.
Al igual que con el resto de temas que hemos hablado, si te enfocas mucho en lo malo de la salud mental, en los problemas, todo lo negativo que genera, que te puede provocar a ti, es posible que tú mismo te acabes generando todos esos efectos negativos si tú piensas mucho en lo mal que estás y todo lo malo que eso te produce, tú mismo te vas a acabar retroalimentando y sugestionando para estar aún peor.
Entonces, bueno, estos son algunos de los efectos que tiene la mente sobre nuestro cuerpo.
Hemos visto algunos estudios y algunos casos, pero Roi, en el siguiente episodio vamos a ver otros casos más en los que la mente sigue teniendo el control de nuestro cuerpo y de cómo nos encontramos.
Así es, la semana que viene vamos a hablar de más cosas relacionadas con el poder de la mente.
Así que, oyentes, si os ha gustado este episodio, nos vemos la semana que viene y hablaremos de más ejemplos y de más casos del gran poder que tiene nuestra mente, tanto para mal como.
La mente tiene un gran poder para ayudarnos también, así que no nos podemos enfocar solo en lo malo, tenemos que enfocarnos en lo positivo, en lo bueno, para que la mente nos lleve a eso.