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Hoy hablamos episodio 2114 la falacia de la Llegada Bienvenido a Hoy Hablamos, el podcast para aprender español cada día.
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Y claro, al poco tiempo ya estás pensando en el siguiente objetivo que sí te hará feliz.
Conforme nos vamos haciendo adultos, nos dicen que para ser felices, según lo que podríamos llamar los estándares convencionales, tendríamos que conseguir un un buen trabajo, ganar mucho dinero, tener una casa, un coche, una pareja e hijos.
Pero todos sabemos que puedes conseguir todo eso, y en el momento en que lo consigues, no sientes esa felicidad que esperabas.
No sé las razones de la infelicidad de cada persona, pero sí sé que eso seguramente responda a la Falacia de la Llegada, que es de lo que vamos a hablar en el episodio de hoy.
Este concepto lo podríamos definir como la ilusión que tenemos de que al alcanzar la meta o el objetivo que nos hemos propuesto, vamos a conseguir una felicidad duradera.
Pero lo que ocurre en realidad es que cuando conseguimos ese objetivo que nos prometía la felicidad eterna, esa sensación de felicidad es efímera.
Antes de seguir conociendo un poco más este concepto, vamos a ver quién le dio nombre a esa sensación que todos hemos experimentado alguna vez.
El responsable de Esto es Tal Ben Shahar, experto en psicología positiva de la Universidad de Harvard.
A nosotros, que tenemos objetivos más o menos mundanos, nos parece improbable que un deportista de élite no alcance la felicidad plena cuando consigue su mayor objetivo profesional, ¿Verdad?
Pues fíjate que en el deporte es uno de los lugares donde más se ve esto de la falacia de la llegada.
Primero vamos a ver lo que cuenta Chris Mears, que ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río en 2016.
Tenía que ver con haber creído siempre que cuando ganas un campeonato te transportas a algún lugar nuevo y exaltado.
Y si no estás contento con lo que eres, un campeonato o cualquier logro no va a cambiar eso.
Vamos a seguir con el mundo del deporte para hablar de un estudio que se hizo entre atletas.
A estos se les preguntó qué estarían dispuestos a hacer para conseguir la medalla de oro.
Como te imaginarás, dijeron de todo hasta sacrificar diez años de su vida con tal de ganar la medalla de oro.
Pero al mismo tiempo se les preguntó a atletas que ya habían conseguido esa medalla de oro cuánto les duró la felicidad cuando la consiguieron.
Qué dijeron que les había durado entre 48 y 72 horas y que luego volvieron a la normalidad.
Pensar que vale la pena sacrificar 10 años de tu vida por conseguir una meta que luego solo te va a dar horas de felicidad.
El propio creador del término, Ben Shahar, dice que esta falacia de la llegada es la razón por la que muchas estrellas de Hollywood tienen que lidiar con abusos de sustancias o problemas de salud mental después de alcanzar el éxito.
Pero además de ser desdichados, ya no tienen esperanzas porque antes vivían con la ilusión, bueno, la falsa esperanza de que serían felices tras cumplir sus metas.
Antes de ver las razones de por qué ocurre esto, déjame que te hable de un estudio donde puede que te veas más identificado porque pocos de nosotros somos deportistas de élite o estrellas de Hollywood.
Es un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology y que se realizó entre profesores, pero profesores en situaciones muy distintas.
Unos habían conseguido una plaza de profesor definitiva y a otros se les había negado esta plaza durante los cinco años anteriores.
Claro, lo lógico sería pensar que los que habían conseguido la plaza permanente eran mucho más felices que los otros.
Es más, a los que no tenían plaza se se les pidió que pronosticaran el nivel de felicidad que tendrían cuando consiguieran la plaza.
Y esto es importante porque es una de las razones por las que nos pasa esto de la falacia de la llegada.
Por un lado pasa eso que se conoce como predicción afectiva o pronóstico afectivo.
Y así lo define este ú El pronóstico afectivo es nuestra capacidad de predecir cómo nos harán sentir los sucesos.
Solemos ser bastante buenos para saber qué cosas nos harán sentir felices e infelices.
Pero no somos muy buenos para predecir la intensidad ni la duración del efecto de los sucesos.
Digamos que antes de que ocurra un acontecimiento tendemos a pensar que las consecuencias que va a traer el hecho de conseguir eso van a ser más importantes o grandes de lo que realmente son.
Se refiere a que cuando nos proponemos esa meta en la que basamos nuestra felicidad, nos OLVIDAMOS DEL resto de cosas.
Nos olvidamos de la realidad que nos rodea, nos enfocamos mucho en el objetivo y creemos que la felicidad está única y exclusivamente en conseguir ese objetivo.
Es más, si solo nos enfocamos en perseguir esa meta, puede que dejemos de lado todo lo que hay a nuestro alrededor.
Porque, como dice Ben Shahar, el indicador número uno de la felicidad es el tiempo de calidad que pasamos con las personas que nos importan y a las que les importamos.
¿Y claro, ahora tú puedes Si conseguir metas no me hace feliz y lo que me hace feliz son las relaciones, eso significa que no tengo que tener metas?
De hecho, los seres humanos siempre nos ponemos metas, estamos programados para eso y como especie pensamos en el futuro.
Lo que aconseja este experto en psicología positiva es que tengamos metas, sí, pero que establezcamos varias metas en nuestra vida.
Pero ojo, y aquí es donde viene una de las claves para poder evitar esta falacia de la llegada esas metas simultáneas que nos propongamos deben ser tanto en la vida laboral o profesional como en la vida personal.
Y como dice él una meta puede ser simplemente pasar más tiempo con los amigos o leer más libros.
Es decir, que las metas válidas no son solo conseguir ser el CEO de una empresa o ganar una medalla de oro.
Otra de las cosas que aconseja es que evitemos utilizar frases del cuando consiga esto, seré feliz y en su lugar, dedicar cada día de nuestra vida un rato a las cosas que de verdad nos hacen felices.
Vamos a terminar con un estudio realizado por investigadores de la Universidad de California en Berkeley sobre lo que llaman la paradoja de la felicidad.
En este estudio se llegó a la conclusión de que las personas que más piensan en cómo ser felices y se obsesionan con qué cosas hacer para ser felices, en realidad esas personas son menos felices.
Sin embargo, son más felices las personas que simplemente hacen cosas que disfrutan en su día a día.
Así que menos hablar de felicidad y preocuparse por la felicidad y más hacer cosas que nos hacen sentirnos bien.
Entonces, el resumen es que tener objetivos está bien y es una parte importante de nuestra vida.
Y es un error pensar que la felicidad vendrá cuando alcancemos algún objetivo o tengamos eso que ansiamos.
Por eso cada día tenemos que buscar esos pequeños placeres que nos dan dosis de ir a tomar algo con un amigo, leer un buen libro, ver un monólogo de humor, dar un paseo por el parque, ver un atardecer, escuchar un podcast en español.
Déjame que termine con lo que explicó la campeona de patinaje artístico Michelle Kwan.
Ella dijo que para ella, lo principal y la razón por la que patinaba no era conseguir medallas, aunque las conseguía.
Lo que la hacía feliz era escuchar el hielo bajo los patines o el aplauso del público.
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