This transcript has been generated automatically.
Episodio 2 145 El crimen de Cuenca Bienvenido a Y hablamos, el podcast para aprender español cada día.
Si te haces suscriptor premium podrás escuchar el catálogo completo del podcast con más de 2.000 episodios y acceder a los contenidos extra como transcripciones y ejercicios.
Seguimos con nuestro tema del mes, donde te recuerdo que estamos hablando de errores judiciales.
En este episodio hablaremos de uno de los mayores errores judiciales de nuestro país, del que se han escrito libros, se han hecho películas y que marcó un antes y un después en la justicia española.
Se creía que si no aparecía el cuerpo, no se podía probar el crimen ni juzgar a nadie por asesinato.
Pues bien, esto de que sin cadáver no hay delito fue una idea que se consolidó después de un flagrante error, el conocido crimen de Cuenca del que hablaremos hoy.
Sin embargo, con el paso del tiempo, esa idea de que no se podía condenar a alguien por asesinato si no había cadáveres fue perdiendo fuerza.
El caso más conocido recientemente, que marcó un antes y un después, fue el de Marta del castillo, ocurrido en 2009.
A pesar de que el cuerpo nunca apareció, los tribunales consideraron que existían pruebas e indicios suficientes para condenar a su ex novio.
Este caso también provocó un cambio en la justicia debido a que el asesino nunca reveló dónde escondió el cuerpo.
Años más tarde modificaron el Código Penal para incorporar un nuevo delito, el de ocultar o impedir la localización del cadáver de una víctima.
Un error que hizo reflexionar a los juristas sobre si puede haber un asesinato si no hay un cadáver.
Nos vamos a la España del año 1910 y nos centramos en dos pueblos de la provincia de Cuenca llamados Tres Juncos y Osa de la Vega.
La primera persona que vamos a conocer es José María Grimaldos López, al que llamaban El Cepa.
Este hombre era del pueblo de Tres Juncos, tenía 28 años, era pastor y trabajaba en una finca llamada El Palomar, que era propiedad del alcalde de Osa de la Vega.
El caso es que el día 20 de agosto de ese año Josemaría vendió unas ovejas de su propiedad y desapareció.
Lo único que se sabe es que después de vender las ovejas, se fue a tomar unos baños de barro a una laguna llamada La Celadilla, que se encuentra a unos 4 kilómetros de donde él estaba.
Lo primero que piensan es que lo habían matado, posiblemente para robarle el dinero que había obtenido por la venta de las ovejas.
No había ningún indicio de su muerte, pero ya todo el mundo estaba hablando de ello y daba por hecho que Josemaría había sido asesinado.
Uno era el jefe de la finca, llamado León Sánchez Gascón, con alias El Pastor, y el otro era el guarda llamado Gregorio Valero Contreras, al que llamaban el Varela.
Porque parece ser que se burlaban bastante del desaparecido, se reían de él y también sospechaban de ellos porque se rumoreaba que eran anarquistas.
La familia piensa eso de que si el río suena, agua lleva, y ponen una denuncia y los acusan del crimen.
Se abre una investigación, los detienen y van a juicio, pero debido a la falta de pruebas, los acusados quedan en libertad.
Damos un salto de un par de años y nos Vamos al año 1913, momento en que cambia el juez de la zona y la familia decide aprovechar la llegada del nuevo magistrado para intentar reabrir el caso.
Este nuevo juez cede ante la presión de los familiares de Josemaría y de uno de los diputados de allí, que por lo visto tenía inquina a los dos acusados debido a su influencia en el voto a la izquierda en el pueblo.
De esta manera, ese juez reabre la investigación y vuelven a detener a los anteriormente acusados y puestos en León y Gregorio, esas dos personas que trabajaban en la finca.
Ellos negaron en todo momento haber cometido el crimen, pero la Guardia Civil estaba dispuesta a conseguir su confesión y por eso los torturaron de manera brutal.
Fueron tales las torturas a las que se vieron sometidos que al final los dos dijeron que sí lo habían hecho y se declararon culpables del crimen.
Y no solo dijeron que lo habían hecho ellos, también dijeron que no había cadáver porque lo habían descuartizado y se lo habían dado de comer a los cerdos.
Y el 11 de noviembre de 1913, el juez inscribió en el Registro Civil la muerte de Josemaría.
No había ningún tipo de prueba ni evidencia, pero los dos acusados habían confesado el delito, aunque bajo coacción y tortura.
Pero claro, esto no se sabía o se ocultó, por lo que los declararon culpables del asesinato de José María.
Tras cumplir 12 años de condena, finalmente salieron en libertad en el año 1924, gracias a ser indultados.
Pero claro, era complicado superar el estigma de asesino tanto para ellos como para sus familias.
Nos Vamos al año 1925, es decir, cuando estos dos hombres, después de haber cumplido 12 años de cárcel, llevaban un año fuera, en libertad.
Volvemos al pueblo de Tres Juncos, de donde era originario Josemaría, el desaparecido.
Pues le pide la partida de nacimiento de Josemaría, porque este hombre se va a casar.
José María, al que habían dado por muerto, estaba vivo, vivía en un pueblo cercano y se iba a casar.
El cura, ante esta noticia, en lugar de avisar a la policía, decide guardar silencio y no decir nada.
Pues porque sabía que iba a ser un escándalo y además el cura había sido uno de los grandes instigadores para que los dos acusados fueran declarados culpables.
El cura tenía miedo de las repercusiones por haber formado parte del grupo acusador.
Ante la falta de noticias sobre su partida de nacimiento, decide presentarse en el pueblo para saber qué pasa.
Oyente, imagínate las caras de esas personas cuando vieron aparecer a este hombre en el pueblo, vivito y coleando.
Las preguntas eran dónde había estado, cómo no se había enterado de lo que había pasado.
Pues bien, Josemaría contó que su idea era volver a la finca después de vender las ovejas y de ir a los baños de barro.
Sin embargo, después de vender las ovejas, al ver todo el dinero que había ganado, le dio un arrebato y se fue del pueblo.
Dijo que no se enteró de nada de lo que había pasado y jamás había tenido ningún problema con los acusados.
Pero lo cierto es que era bastante difícil de creer que no supiera nada de lo que les había pasado sus compañeros, porque fue un caso muy comentado en la zona.
Vamos a ver primero qué fue de los acusados que aunque estaban ya libres, habían pasado 12 años en la cárcel por un crimen que no cometieron.
El ministro de Justicia mandó revisar la causa y la sentencia porque había fundamentos suficientes para deducir que la confesión de los acusados había sido obtenida mediante violencia.
El Tribunal Supremo finalmente declara nula la sentencia en el año 1926 y dice que a estas dos personas hay que indemnizarlas.
Pues se mudaron a Madrid, lejos del pueblo que los condenó y el Ayuntamiento de la capital les dio trabajo como guardas jurados del Parque del Retiro.
Bueno, se hizo un juicio y se sentaron en el banquillo muchas personas, como agentes de la Guardia Civil, médicos forenses y personal del juzgado.
Todos salieron absueltos, pero sí que hubo personas que pagaron en cierta forma por este crimen.
El juez que los condenó murió días después de que se conociera la nulidad de la sentencia.
Según la familia, murió por una angina de pecho, pero siempre hubo la sospecha de que se suicidó.
Sí, aquel que fue el primero en saber que José María seguía vivo y que intentó ocultarlo y que fue uno de los más acusadores contra los dos hombres.
Este caso cambió profundamente la forma en que la justicia española entendía las pruebas y las confesiones.
A partir de entonces se empezó a cuestionar el valor de las confesiones obtenidas bajo tortura y se puso sobre la mesa la necesidad de garantizar los derechos básicos a los acusados.
Por cierto, En el año 1981 se estrenó la película El crimen de Cuenca, de Pilar Miró, aunque en realidad se tenía que haber estrenado en 1979 porque al principio fue prohibida.
El Ministerio de Defensa la prohibió antes de su estreno, alegando que difamaba a la Guardia Civil.
Su directora, Pilar Miró, fue sometida a un proceso militar que más tarde pasó a ser civil y terminó siendo sobreseído, es decir, archivado sin condena.
Fue una película que tuvo un enorme impacto por lo que contaba y por la crudeza con que mostraba las torturas.
Sin duda, uno de los grandes errores judiciales que hemos tenido en nuestro país, donde todo empezó con un pueblo entero acusando a dos inocentes, seguido de una justicia ineficaz, unas fuerzas de seguridad violentas y un sistema completamente fallido, y donde las únicas víctimas fueron dos inocentes acusados por un crimen que jamás existió.
Si te gusta este podcast y el trabajo diario que realizamos, tu colaboración sería de gran ayuda.
Los suscriptores premium tienen acceso al catálogo completo del podcast con más de 2.000 episodios.
Y si has llegado hasta aquí es que te gusta este podcast y dedicas tiempo a escuchar español y nuestro contenido es de valor para ti.