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Hoy hablamos episodio 2177 el hedonismo bienvenido a Hoy, el podcast para aprender español cada día.
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La clave de una vida feliz es acumular la mayor cantidad de placer y reducir al máximo el dolor.
En Italia existe el concepto de Dolce farniente, que se podría traducir como la felicidad de no hacer nada.
No, es un concepto más profundo que se refiere al placer que existe en parar y dejarse llevar por los pequeños placeres de la pararse a tomar un café tranquilo en una terraza mientras observas la vida, sentarte a mirar el mar, leer un libro sin mirar el reloj, pasear por un parque o simplemente parar un segundo de trabajar, abrir la ventana y escuchar el sonido de los pájaros.
Me hizo gracia un comentario que leí en un foro que decía que este concepto es exactamente lo contrario a cómo es la vida para un italiano promedio.
Es un concepto que habla de la felicidad que da pararse a disfrutar de las pequeñas cosas que tenemos a nuestro alrededor y que muchas veces ignoramos.
Pues bien, de una corriente filosófica que identifica felicidad con placer, el hedonismo, es de lo que vamos a hablar en el episodio de hoy.
Esto significa que la felicidad se encuentra en el placer y por lo tanto, el fin último que persigue el ser humano es el placer.
Ahora iremos profundizando en esta corriente filosófica, pero antes vamos a conocer los orígenes del hedonismo para entenderlo un poco mejor.
Estamos aprendiendo español, así que las palabras tienen importancia, por lo que vamos a ver la etimología de la palabra hedonista.
Y muchos siglos después, en el siglo XVIII, aparece una corriente filosófica distinta, pero emparentada en ciertos el utilitarismo, desarrollado por pensadores como Jeremy Bentham y John Stuart Mill.
En primer lugar vamos a conocer el hedonismo de la antigua Grecia, y cuyos máximos representantes fueron Aristipo y Epicuro.
Y ojo, porque aun creyendo en el principio básico del hedonismo, placer como felicidad, ambos tenían ideas diferentes de ese placer.
Aristipo de Cirene fue un filósofo griego, discípulo de Sócrates, que fundó la conocida como Escuela Cirenaica En el siglo IV a.
El dolor estaba causado por algún tipo de privación y el deleite por algo deseado que se había conseguido realizar.
Además, creían que el fin último del ser humano era el deleite corporal, ya que ellos creían que el cuerpo era más receptivo al placer y la mente al dolor.
Pero atento, porque no defendían lanzarse al placer sin más y al placer puro y duro.
Porque es cierto que la felicidad estaba en los placeres corporales, pero siempre eligiendo un deleite sobre otro, nunca dejándose llevar por todos los deleites.
Pasamos ahora a Epicuro, que es el que más se conoce hoy día, pero que quizá nos ha llegado hasta nosotros de una manera un tanto desvirtuada.
Durante la época en la que vivió Epicuro, el mundo griego estaba cambiando profundamente.
Las conquistas de Alejandro Magno habían unificado territorios enormes y muy diversos, creando una realidad completamente distinta a la tradicional vida en la polis, esas pequeñas ciudades estadounidenses donde las personas tenían un fuerte sentido de pertenencia local.
Con ese nuevo escenario nació la Cosmópolis, una especie de ciudad universal en la que los individuos empezaron a verse como parte de un mundo mucho más amplio y conectado.
Eso hizo que, de repente, para los ciudadanos de Atenas, ser ateniense no significaba lo mismo que antes.
Sentían que estaban perdiendo su identidad y era una sociedad que entraba en crisis.
Y lo hace mediante la ética, que es la parte de la filosofía que explica cómo debemos vivir y qué decisiones nos llevan a una buena vida.
Normalmente, cuando se habla del hedonismo de Epicuro se habla de que la felicidad se consigue con el placer, pero no es del todo cierto.
Lo que él dice es que la felicidad llega ante la falta de dolor, que no es lo mismo.
Es decir, lo que busca Epicuro es la erradicación del dolor como fórmula de felicidad, no el placer por el placer.
Considera que la ausencia de dolor físico y mental es el mayor placer y se alcanza mediante una vida moderada y tranquila, no mediante la búsqueda constante de sensaciones placenteras.
Para entender mejor lo que Epicuro proponía, conviene tener en cuenta que él clasificaba los placeres en tres Por un lado estaban los placeres naturales y necesarios, comer cuando tienes hambre, beber cuando tienes sed, tener un techo donde dormir o disfrutar de la amistad.
Luego estaban los placeres naturales pero no necesarios, como comer algo muy sabroso o vivir con ciertas comodidades.
Y por último, los placeres que no son ni naturales ni necesarios, como la fama, el poder o la riqueza ilimitada, que para Epicuro son los más peligrosos porque nunca se satisfacen del todo y producen más ansiedad que alegría.
Esta clasificación deja claro que su hedonismo no tenía nada que ver con excesos, sino con elegir bien qué tipo de placer buscamos.
Además, Epicuro distinguía entre dos formas de el placer activo, que es el que sentimos cuando estamos realizando una acción comer, reír, bailar o disfrutar de una conversación y el placer estable, que es la tranquilidad de estar sin dolor y sin preocupaciones.
Para Epicuro este segundo tipo era mucho más valioso porque no depende de estímulos externos ni de estar haciendo cosas todo el tiempo, sino de tener una vida ordenada y simple.
El objetivo principal de Epicuro es alcanzar la ataraxia, que es la tranquilidad total de la mente o paz interior.
Al contrario, propone una vida simple y calmada, sin grandes tensiones ni descontrol.
Busca placeres pequeños y seguros que den calma a largo plazo y que ayuden a evitar el dolor.
Para alcanzar esa calma interior, Epicuro proponía lo que llamó el tetrafármaco, una especie de medicina en cuatro pasos contra el sufrimiento humano.
El primer punto era no temer a los dioses porque no intervienen en la vida de las personas.
El segundo era no temer a la muerte porque cuando ella llega, nosotros ya no estamos.
El tercero decía que lo bueno, lo que realmente necesitamos, es fácil de comida sencilla, amistad, refugio.
Y el cuarto afirmaba que lo malo es fácil de soportar porque el dolor intenso suele ser breve y el dolor que dura suele ser moderado.
Esta pequeña receta filosófica resume muy bien la búsqueda de serenidad en la vida epicúrea.
Hablábamos antes de que hay un momento del siglo XVIII en que vuelve a surgir una filosofía que habla del placer a través de las figuras de Jeremy Bentham y John Stuart Mill.
Solo que el hedonismo habla del placer individual, de la búsqueda de la felicidad de cada individuo a través del placer.
Ellos hablaban de que el placer debe ser algo útil a la sociedad y de que lo bueno es aquello que produce felicidad.
Para ellos, el bienestar social es consecuencia del placer para el mayor número de personas posibles.
Como ellos dicen, el mayor bien es la mayor felicidad para el mayor número posible de personas.
Pero hoy nos interesa el hedonismo de Epicuro, ese que busca la felicidad y el placer individual.
Si trasladamos las ideas de Epicuro a nuestro mundo actual, vemos un contraste enorme.
Pantallas, compras, distracciones, comida disponible a todas horas, notificaciones que requieren nuestra atención cada minuto.
El hedonismo filosófico propone justo lo menos impulsos y más calma, menos ruido y más presencia.
Podríamos decir que en un mundo que nos hiperestimula, Epicuro sería un defensor del silencio, de la sencillez y de los placeres.
Y aunque se cree que nuestra sociedad es hedonista, en realidad no es el hedonismo que proponían los filósofos como Epicuro, sino que se suele confundir con el consumismo.
Fíjate en lo que dice Michel Onfray, que es un filósofo contemporáneo seguidor del hedonismo.
Él dice se cree que el hedonista es aquel que hace el elogio de la propiedad, de la riqueza, del tener, que es un consumidor.
Yo propongo un hedonismo filosófico, que es en gran medida lo contrario del ser en vez del tener, que no pasa por el dinero, pero sí por una modificación del comportamiento.
Lograr una presencia real en el mundo y disfrutar jubilosamente de la existencia, Oler mejor, gustar, escuchar mejor, no estar enfadado con el cuerpo y considerar las pasiones y pulsiones como amigas y no como adversarias.
A lo largo de la historia, y aun hoy, si se dice hedonista, se piensa de manera inmediata en egoísmo o en dejarse llevar por los placeres a corto plazo sin pensar en las consecuencias.
Se trata de buscar la felicidad en las pequeñas cosas del aquí y ahora y de evitar el dolor innecesario.
Ser hedonista puede significar disfrutar de estar en el sofá porque sí, de hacer una comida en casa con tiempo y saborear cada uno de los olores que inundan la cocina, o disfrutar de una conversación con amigos sin mirar el móvil o el reloj.
Puede ser dar un paseo por el campo, sentarte a mirar el mar y observar cómo se pone el sol, o salir a tu balcón con un café en la mano y simplemente observar la calle.
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