2065. Oficios que se han perdido

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Hola, oyente. ¿Qué tal? Cuando vemos los tiempos pasados, hace décadas o incluso siglos, algo que nos suele llamar la atención son los oficios que antes existían y ahora ya no existen. De esos trabajos perdidos es de lo que vamos a hablar en el episodio de hoy. Hoy hablamos de oficios que se han perdido.

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Cuando hablamos con personas mayores, personas de 80 años, por ejemplo, el mundo que nos cuentan que vivieron nos suena algo completamente ajeno. ¿Hay cosas similares a lo que vivimos ahora? Por supuesto, porque los problemas, los deseos o los sentimientos básicos son iguales en el pasado, ahora y siempre. Pero la vida ha cambiado un montón. Hay cosas de hace 50 años que los que no lo hemos vivido ni siquiera nos las podemos imaginar.

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Es como ciencia ficción. Y lo mismo les pasará a los que ahora son niños cuando cuando nosotros seamos ancianos. 1 de las cosas que más nos chocan cuando hacemos esta mirada al pasado es que había muchos trabajos que ahora no existen. Así que hoy vamos a hacer un ejercicio de memoria y de rescate del pasado y vamos a hablar de oficios que se han perdido. ¿Puede existir algo más sencillo hoy en día que comunicarnos con otra persona mediante el teléfono?

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Todos tenemos un teléfono en el bolsillo con el que podemos hacer llamadas o mandar mensajes de forma súper simple. Pues bien, hubo un tiempo en que había una profesión que era la de operadoras de centralita, telefonistas o también llamadas las chicas del cable. ¿Cuál era su trabajo? Conectar manualmente, mediante clavijas las líneas telefónicas de dos personas que querían hablar por teléfono. Por cierto, en España hay una serie llamada las chicas del cable donde puedes ver cómo era esta profesión.

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La puedes ver en Netflix. La primera vez que aparece este trabajo mencionado en documentos en nuestro país es en el año 1903, donde se habla de señoritas telefonistas en el reglamento del Servicio telefónico. Fue un trabajo que se fue extendiendo de manera rápida porque eran imprescindibles para las buenas comunicaciones por todo el país. Fíjate que no se admitían a todas las mujeres, ya que se hacían una serie de pruebas y las mujeres tenían que cumplir ciertos requisitos. ¿Cuáles eran?

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Además de superar una serie de pruebas, los requisitos ser soltera, tener entre 18 y 27 años, no utilizar gafas y ser capaz de separar los brazos 1,55 m. Lo de los brazos era para poder conectar dos clavijas que estuvieran separadas, aunque sin duda para mi gusto, la mayor cualidad que tenían que tener estas mujeres era la discreción, ya que podían escuchar las comunicaciones y las conversaciones de todo el mundo. ¿En qué momento se acabó este oficio? Fue a principios de los años 80, con la llegada de la centralita digital, que dejó este puesto obsoleto. La última centralita operativa en España se cerró en el año 1988.

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A día de hoy, abres la nevera de casa y seguramente no tengas solo un cartón de leche, sino varios, porque cada miembro de la familia toma un tipo diferente de leche. Hubo una época en mi casa que yo tomaba leche arroz, mi padre desnatada y mi madre entera. Tres tipos de leche. Pero bueno, además de tener varios tipos de leche, cuando se acaba la leche que está en la nevera, abres la despensa, donde tienes varias botellas o cartones y si ya no te queda leche en casa, vas al supermercado y la compras. Así de sencillo.

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Pues bien, hubo un tiempo en que eso no era así. Antes, cada día una persona, que era el lechero, llevaba la leche fresca a las casas. Hay que pensar que era una época en la que no había los procesos de pasteurización de la leche como hay ahora y además, las neveras no eran algo usual en las casas. Entonces, conservar los productos frescos era una tarea complicada. En las casas existían lo que se llamaban las fresqueras, que eran lugares de la casa donde no les daba el sol, que tenían una especie de malla con agujeros, como si fuera una jaula, y eso mantenía los productos ventilados, frescos, pero no fríos.

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Claro, la leche era un producto perecedero que si no estaba en frío se estropeaba. Por eso era vital la figura de lechero, que era una persona que se encargaba cada día de llevar a las casas un producto básico para la alimentación como era la leche. El lechero dejaba una botella de leche fresca en las casas y se llevaba la del día anterior para volver a utilizarla. Y así cada día. Estos lecheros o lecheras, por lo general, no solo llevaban leche, sino que también solían proveer a las familias de productos básicos como mantequilla, queso o huevos.

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Esta profesión, conforme avanzó la sociedad, estaba condenada a desaparecer por varias cuestiones. Primero, por la llegada de los frigoríficos a las casas, que permitían conservar los productos más tiempo. Después, por la aparición de tiendas donde ya se podía comprar la leche y todos estos productos de los que hemos hablado. Y por último, porque se avanzó mucho en la conservación y tratamiento de la leche y ahora ya podemos comprarla ultra pasteurizada, que permite almacenar la leche a temperatura ambiente y dura varios meses en buen estado. Por cierto, hay lecheras muy famosas en el mundo del arte, como la lechera de Vermeer o la lechera de Burdeos de Goya.

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¿Oyente qué es generalmente lo último que haces antes de dormir? Si es día laborable, lo más normal es que antes de dormir pongas el despertador o la alarma para despertarte. ¿Pero, cómo se hacía esto antes de que existieran los despertadores? Pues efectivamente, era un servicio necesario. Había una persona que se encargaba de esto.

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Eran los conocidos como aldaboneros, que también podríamos llamar despertadores humanos. Esta función también la solían hacer los serenos, que eran como vigilantes nocturnos. Trabajaban vigilando la calle y y tenían las llaves de los portales y casas. Los serenos a veces también hacían la función de los aldaboneros. No si esto era el intrusismo laboral de la época.

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Antes de la Revolución Industrial, la gente solía trabajar en el campo, no tenía que acudir a un lugar de trabajo como una fábrica, con horarios muy concretos. Al trabajar en el campo, normalmente se guiaban por el sol para empezar y acabar su jornada laboral. Con la llegada de la Revolución Industrial, la gente tenía que acudir a lugares de trabajo donde se les exigía estar a 1 h en concreto. Entonces era fundamental despertarse a la hora correcta, sin la existencia de un despertador que se pudiera programar. Esta función la hacía una persona.

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le decías la hora y el aldabonero te despertaba. ¿La gran pregunta cómo te despertaba? Pues tenía varios por un lado, los gritos, pero también utilizaba un palo largo con el que golpeaba las ventanas o tiraba piedras a la ventana hasta que la persona se despertaba. Como imaginarás, el fin de este trabajo llegó con la llegada de los despertadores fiables, allá por la década de 1950. Oyente piensa cuántos ascensores puedes coger en tu día a día, en tu casa, en tu trabajo, en el centro comercial, en el parking.

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Llegas, llamas al ascensor, esperas, te subes, le das al botón del piso al que quieres ir y listo. Así de fácil. Pero hace un tiempo no era así de sencillo, sino que había una persona que trabajaba en el ascensor. El ascensorista. Pero no te creas que su trabajo solo consistía en pulsar un botón, no.

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Antes de que los ascensores fueran automáticos, el ascensorista tenía que utilizar una palanca para subir y bajar el ascensor. Y ojo, tenía que tener pericia para situarlo al mismo nivel del piso al que llegaba. El ascensorista hacía más cosas. Se encargaba de controlar la velocidad de abrir y cerrar las puertas, de controlar la cantidad de personas que podían entrar e incluso de informar de qué había en cada planta. Evidentemente, en el momento en que los ascensores pasaron a ser automáticos, esta figura terminó desapareciendo.

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Eso fue en la década de los 50, cuando la gente solo tenía que entrar y pulsar un botón. Aunque no en todos los sitios desaparecieron tan rápido. Por ejemplo, en Nueva York terminaron desapareciendo más tarde, sobre los años 60, porque era una figura de gran impacto. No solo hacía el trabajo de ascensorista, sino que era una figura amable y que daba cierta seguridad y prestigio. A día de hoy la figura del ascensorista sigue existiendo en algunos edificios u hoteles de mucho lujo.

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Profesiones que se han perdido hay muchísimas más. Y es que como hemos visto, las profesiones surgen cuando hay que cubrir una necesidad y cuando esa necesidad se ve cubierta de de otra forma, ese oficio desaparece. Pero por suerte los avances y los cambios hacen que aparezcan nuevos oficios y los humanos siempre tenemos algo que hacer. Seguramente dentro de muchos años alguien hablará de profesiones que había en 2025 pero que ya no existen. ¿Y quien lo esté escuchando pensará cómo podía existir ese oficio?

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Es ley de vida, lo moderno hoy es es lo pasado de moda de mañana. Hasta aquí el episodio de hoy y ya sabes, si te gusta este podcast y el trabajo diario que realizamos, tu colaboración sería de gran ayuda. Para colaborar con este podcast puedes hacerte suscriptor premium. Los suscriptores premium pueden escuchar el catálogo completo del podcast con todos los episodios publicados desde 2017. Hazte suscriptor premium en hoyablamos.

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Com. Muchas gracias por escucharnos. Nos vemos en el episodio de mañana. Pasa un buen día. Hasta mañana.